jueves, 23 de octubre de 2014

Vatanescu y la liebre

Tuomas Kyrö


Tuomas Kyrö
Vatanescu y la liebre
Alfaguara, 2014

Estoooo.... Érase una vez... No, no. O sí. Una vez... Y otra, Y otra más. Y muchas más, sin que nos demos cuenta realmente de que sucede a nuestro alrededor. ¿Qué les parecería que les contasen un cuento al revés? Un cuento en el que los protagonistas son los que suelen poner color en los escenarios de los que habitualmente protagonizan las historias. Esas con personajes (felices o no, eso no importa demasiado) que disfrutan de los generosos beneficios de nuestras sociedades civilizadas y modernas. Lo normal en esos cuentos es encontrarse con príncipees y princesas, con gentes de éxito en la vida, con policías eficaces y militares victoriosos. Pero en esos cuentos hay otros personajes con los que los protagonistas se cruzan: los marginados, los menesterosos, los perdedores, que sirven para poner en evidencia y resaltar los valores de aquellos, la generosidad, la valentía, la tenacidad, la caridad...
Sin embargo, quienes protagonizan este cuento son, precisamente, esos desfavorecidos de las historias (y de la historia). Quienes hablan en Vatanescu y la liebre son los pobres, los vagabundos, los pedigüeños... esos seres con los que, en nuestros particulares cuentos diarios, nos cruzamos tantas vecees, ignorándoles la mayoría de ellas, como si ese obstáculo que se presenta ante nosotros no fuera más que eso, un incómodo obstáculo. Son esos seres a los que solo miramos si es absolutamente necesario y que si, ocasionalmente, nos inspiran algo es piedad, pena o caridad y, la mayor parte de las veces, desconfianza, recelo e, incluso, miedo. Son esos inmigrantes que mendigan por las calles, aprisionados entre sus inmediatas necesidades y las que, prometiéndoles subsanarlas, les engañan y les manipulan, les explotan y les esclavizan.
El protagonista de esta fábula es un mendigo rumano explotado por las mafias rusas y obligado a ejercer esta extraña profesión en un terreno tan inóspito para él como Helsinki, en Finlandia. Vatanescu, que así se llama el individuo, nos cuenta cómo y cuáles son sus experiencias cotidianas y qué idea le ha llevado a meterse en tan siniestra aventura: comprarle unas botas de fútbol con clavos a su hijo. Es un joven con gran iniciativa y su voluntad le lleva a vivir una aventura tan inesperada como divertida de leer, sin que el ácido humor que en ella se destila reduzca ni un ápice el drama humano que se vislumbra fácilmente entre líneas.
Tuomas Kyrö crea una especia de parábola sobre la dignidad humana con una escritura ágil, divertida al narrarnos la historia de Vatanescu y de una liebre que se encuentra en su camino que le cambiará su suerte definitivamente. Lo que no impide que, de paso, haga una certera e implacable crítica de la sociedad acomodada de la Europa avanzada, del mundo rico, consumista aderezado de ecológico, responsable, civilizado, demócrata... pero mecanizado, frío, indiferente, abúlico y, en resumen, un peón (privilegiado) de un gran tablero de ajedrez en el que son otras manos las que dirigen el juego.
Leyendo esta estupenda novela llegada del frío norte no puede evitarse sonreir por la clara, quizás ingenua, manera de comportarse y de discurrir de Vatanescu. Incluso provoca la risa a veces. Pero, dado el drama de trasfondo que se esconde en el texto, de ninguna manera puedo reir “hasta dolerme la mandíbula” como reza una de esas recomendaciones de la contraportada de algún experto de alguna revista de algún país (como tantas veces) que sirven para promocionar el libro. Un libro muy recomendable que dicen que hace un homenaje a un clásico finlandés, El año de la liebre (1975, en Anagrama) del autor finlandés Arto Paasilinna (y que yo, lamentablemente, no he leído... Habrá que poner remedio a eso).
Javier Herrero 

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