jueves, 2 de octubre de 2014

La venus de las pieles



Roman Polanski
La venus de las pieles
La vénus a la fourrure (Venus in Fur), 2013 
Wanda / Cameo

El teatro en grado sumo convertido en cine con mayúsculas.
Roman Polanski es uno de esos pocos directores que logran que cada obra suya despierte, si no admiración, sí al menos mucho interés. Es un verdadero maestro del lenguaje cinematográfico que ha dado al Séptimo Arte algunas obras maestras incuestionables, como, por citar solo algunas, La semilla del diablo (Rosemary’s baby, 1968), Chinatown (1974), Repulsión (Repulsion, 1965) o El pianista (The pianist, 2001). Ha tocado todos los géneros con gran eficacia y, pese a haber tropezado un par de veces (La novena puerta y Lunas de hiel), su filmografía tiene desde productos comerciales y de encargo realizados extraordinariamente (Piratas y Oliver Twist), a cintas realmente experimentales y surrealistas (El quimérico inquilino y ¿Qué?), tan sorprendentes y desconterctantes como sus prio¡meras obras filmadas en su Polonia natal (El cuchillo en el agua y Cul-de-Sac). También ha pasado por el humor (El baile de los vampiros) , el tema histórico y romántico (MacbethTessy, con gran virtuosismo, también por el género de intriga (Frenético y El escritor).
El reduccionismo parece ser su última tendencia, aunque ya lo había ensayado hace 20 años en La muerte y la doncella (Death and the maiden, 1994). Quizás su extraño exilio en Europa, provocado por aquél delito sexual por el que le reclama Estados Unidos, le haya hecho volver al cine con pocos actores, quizás sea solo por dar rienda suelta a sus expresiones artísticas más primigenias, el caso es que su anterior película, Un dios salvaje (Carnage, 2011) ya fue un verdadero alarde de cómo una cámara puede moverse entre solo cuatro personajes en el interior de un reducido espacio como es el reducido piso de dos de los protagonistas.
Su última cinta estrenada, La Venus de las Pieles va todavía un poco más allá. Basada libremente en la obra homónima de Leopold von Sacher-Masoch (1836-1895), son solo dos actores los que sostienen toda la trama argumental y, sin duda ninguna, lo hacen en estado de gracia, con unas interpretaciones que rayan lo perfecto.


El argumento es simple. Una mujer joven y muy atractiva, Vanda (Emmanuelle Seigner) acude a un teatro de París a una audición. Llega tarde y agobiada y ya solo está en el teatro el autor de la adaptación de la obra, Thomas (Mathieu Amalric) que en un principio se niega a atender a la que cree una más de las mediocres e incultas actrices que le han amargado el día de audición. Pero Vanda acaba seduciendo a Thomas, en parte con su aparente vulgaridad, en parte con una cada vez más evidente, sabiduría sobre el personaje que tiene que represantar. La película se desarrolla en un verdadero Toru de force de los dos protagonistas, con un toma y daca de actitudes de poder y de sumisión, lo que acaba confundiéndose con la obra para la que se está realizando la audición.
Emmanuelle Seigner, a la sazón esposa de Polanski, hace de su actuación un verdadero gozo para el espectador, aportando de la mano del director, ritmo, energía, sensualidad, brillantez y muchas píldoras de pasión por la trama argumental, tanto de la película como de la obra que se representa dentro de la película. Su pareja interpretativa, Amalric, no se queda por debajo del nivel de Seigner, logrando que ambos estructuren un espectáculo dialéctico lleno de emociones y sabiduría que acaba convirtiéndose en una (otra) obra maestra del cine firmada por ese genio polaco que con cada obra nos sorprende, nos engatusa y nos enamora. Quizás su final sea un poco exagerado; hay quien considera que esta es una obra menor de su autor. Aún así, todos coinciden en que es, aun siendo menor, otro logro mayúsculo del mundo del cine.
Puedes ver el trailer de La Venus de las Pieles pinchando aquí.
Javier Herrero

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