lunes, 4 de marzo de 2013

El cadillac de Big Bopper


Jim Dodge
El cadillac de Big Bopper
El Aleph, 2007

El 3 de febrero de 1959 una avioneta se estrelló en un remoto lugar, un maizal del estado de Iowa. En ella viajaban tres leyendas del rock’n’roll: Ritchie Valens, Buddy Holly y The Big Bopper, que fallecieron junto al piloto, un suceso que se recuerda como El día que murió la música, un suceso que aparece en la famosa canción American Pie, en la que Don McLean quiso homenajear a estos músicos.
Esto sucedió en la vida real y dio pie a un curioso y original escritor de California llamado Jim Dodge para elaborar el argumento de lo que sería su segundo libro, Not fade away (1987), titulado en la traducción española como El cadillac de Big Bopper. Sus otros dos libros traducidos (y tan fascinantes como este) son JOP (Capitán Swing, 2011) y Stone Junction. Una epopeya alquímica (Alpha Decay, 2010).
El argumento de este título (editado hace ya cinco años por El Aleph) tiene como protagonista a George Gastin, un conductor de una grúa con un espíritu desconcertante que narra su vida en primera persona y habla de cuando , unos años atrás, malgastaba sus sueños de conductor en estafar a las aseguradoras estrellando coches por encargo para cobrar las primas de los vehículos. Por otro lado, una anciana millonaria, excéntrica y virgen se siente seducida por la música de The Big Bopper, el músico texano que muere en la avioneta, y nota el único escalofrío de deseo y pasión que la ha conmovido en su vida, por lo que decide enviarle una carta de amor junto con un fabuloso Cadillac cromado como regalo. Lamentablemente, la mujer fallece, pero deja estipulado su deseo en la carta que se conserva en la guantera del vehículo. Tras la muerte de la anciana, Gastin recibe el encargo de estrellar ese Cadillac para que el hijo de esta pueda cobrar el seguro. Cuando va a cumplir su misión, encuentra la carta de la mujer y siente que su misión es desde ese momento otra de muy diferente signo: cumplir el deseo de la vieja y llevar el coche a la tumba de The Big Bopper para ofrecérselo como ofrenda de amor, como un ritual que celebre la comunión del amor y el rock.
Desde ese momento, el libro se convierte en una disparatada road movie en la que las drogas, el rock’n’roll y el estrambótico sentido de la libertad que tiene Gastin son los verdaderos protagonistas. A lo largo de si alocado viaje, George se va encontrando con multitud de personajes, como poco tan alejados de la realidad como la mente del conductor, a través de los cuales se ven desfilar muchas manereas de entender el mundo, las relaciones personales, la religión, el amor, la fantasía, los sueños y las pesadillas.
Es como una caída libre y sin freno por el laberinto de la locura, un viaje a los infiernos que arden en los recovecos de la mente desquiciada y alterada del protagonista, un infierno que arde con las alucinaciones de los compañeros que va cruzándose durante el trayecto hasta ese lugar indeterminado donde murió la música. Como fue en la película Easy rider (Dennis Hooper, 1969) o en el libro En el camino (Jack Kerouac, 1959), pero sin que el mundo hippie aparezca en absoluto, aunque sí con todas las drogas, anfetaminas sobre todo, a las que es adicto George.
El cadillac de Big Bopper es una hermosa, delirante, vertiginosa y divertida alegoría  del amor y de los amores por descubrir y de aquellos que pasaron. Es un canto a la locura y al desorden mental, brillante y maravillosamente escrito, repleto de reflexiones desconcertantes en medio de ese caótico deambular de situaciones y personajes.
Como dice en el prólogo Kiko Amat, un enamorado de la obra de Jim Dodge, este libro es como una invitación a «una fiesta que nunca va a terminar» y añade, además, que siente envidia de los que entran por primera vez en el libro, «una experiencia inigualable». Un libro trepidante que acelera con el pedal de ese Cadillac protagonista y adquiere velocidad de crucero, a lo que no se puede escapar una vez comenzada su lectura. Un viaje literario infrecuente y casi milagroso, de esos que escasean en las estanterías y se convierten en vivencias únicas. Un libro lleno de anfetaminas, rock’n’roll, fantasmas, paletos, alcohol y, como no, mucho, mucho amor.
Puedes leer las reseñas de JOP y Stone Junction aparecidas en El Desconsciente pinchando aquí.
Javier Herrero

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